El autor construyó y mantiene una colmena de abejas empotrada en la pared de su dormitorio con una ventana de plexiglás para observarlas.
Esta práctica de colmenas murales data de al menos el año 60 EC y era común en el Viejo Mundo por sus ventajas de temperatura.
La colmena, llamada “Valentine”, mide 11 pulgadas de ancho por 54 de alto y 3,75 de profundidad, un tamaño recomendado para una mejor supervivencia.
Para introducir a las abejas se utilizó un contenedor plástico con embudo que conectó con un tubo de bambú hacia el exterior.
Tras un incidente en que miles de abejas entraron en la habitación, se ajustó el acceso interno y finalmente se asentaron en la colmena.
Durante el verano, las abejas vuelan entre el exterior y el interior del dormitorio, construyen panales y mantienen actividad continua en invierno.
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